COMENTARIO
EXEGÉTICO N° 353.
©Giuseppe
Isgró C.
353.
Dado que la unión del Espíritu con el
cuerpo realmente no llega a cumplirse sino después del nacimiento del nuevo
ser, el feto debe considerarse como animado, o no?
-“El
Espíritu, que deberá animarlo, existe fuera del cuerpo, de modo que, en sentido
estricto, el Espíritu, aún, no ha tomado el control del mismo, pero, dado que
la reencarnación está por completarse en el acto del nacimiento, el feto está
ya ligado a aquel Espíritu que habrá de animarle”-.
COMENTARIO EXEGÉTICO GIC:
El Espíritu
se encuentra fuera del cuerpo, emancipado, al igual en que lo hace en
desdoblamiento, durante el sueño, en que los sentidos físicos se encuentran
adormecidos.
Dado que el feto se encuentra en un proceso de formación y
desarrollo, que estará concluido en el acto del alumbramiento, el cual no
precisa una interacción del Espíritu con el medio ambiente, por residir en el
seno materno, que le protege del mismo, y los sentidos físicos mantienen un
estado latente, pero sensibles a las percepciones del entorno, en forma
integral: físico-espiritual.
El Espíritu, si bien ligado ya al cuerpo, por la
unión del alma al espermatozoide que fecundó al óvulo, y propició la concepción
del nuevo ser, se encuentra en un estado de emancipación permanente del cuerpo,
similar al desdoblamiento, por la elasticidad del alma.
Esa unión del Espíritu
con el cuerpo, realizada desde el mismo momento de la concepción del nuevo ser, a los fines de tomar pleno control del mismo, se activará en mayor grado en el
acto del nacimiento, y los lazos que les vinculan serán muy flexibles en los
primeros cuatro o cinco años de existencia, consolidándose, en forma más
estrecha hacia los siete años de edad.
Esta es la razón por la cual los niños
tienen percepciones claras de existencias anteriores, en los primeros años de
vida, por la flexibilidad de los lazos que unen al Espíritu con el cuerpo.
Si
los niños pudiesen hablar con claridad durante los primeros dos años de
existencias, nos asombrarían recordando, con claridad, los pormenores de sus
anteriores encarnaciones. Pero, la naturaleza, muy sabiamente, ha interpuesto
un velo para proteger ese pasado y evitar los traumas inherentes que tal
conocimiento pudiese ocasionar en las partes involucradas.
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