viernes, 22 de marzo de 2013

340. El instante en el cual se encarna, es solemne para el Espíritu? Cumple él este acto como algo de gran importancia?



COMENTARIO EXEGÉTICO N° 340.

©Giuseppe Isgró C.


340.    El instante en el cual se encarna, es solemne para el Espíritu? Cumple él este acto como algo  de gran importancia?
-“Al igual que un viajero que se embarca para una travesía peligrosa y desconoce los riesgos que va a afrontar”.
Comentario de Allan Kardec: El viajero que se embarca, conoce a cuales peligros  se expone, pero ignora si naufragará; de esta manera, el Espíritu: conoce el género de pruebas a las cuales se enfrentará, pero ignora si las superará en forma total o parcialmente, o si sucumbirá frente a ellas.
Al igual que para el Espíritu la desencarnación es una especie de renacimiento, la reencarnación es una especie de desencarnación, o más bien un exilio. El deja la dimensión espiritual por la física, al igual que el ser humano deja el mundo corpóreo por el espiritual. El Espíritu sabe que debe reencarnar, al igual que el ser humano está consciente de que debe desencarnar, en su oportunidad; empero, paralelamente, sólo en el último momento adquiere conciencia, es decir, cuando el tiempo preciso llega, En aquel instante supremo es invadido por una sensación de turbación, al igual que en el acto de la desencarnación, y esta turbación –o emoción- perdura hasta que la nueva existencia haya comenzado. El acercamiento de la reencarnación crea en el Espíritu una especie de aprensión. (Allan Kardec).

COMENTARIO EXEGÉTICO GIC:

Sin duda alguna, es un acto solemne, el de la reencarnación, por cuanto, ha sido elegido por el Espíritu a punto de iniciar un ciclo de vida y ha sido aprobado por los Regidores de los destinos del Planeta Tierra, los representantes de la Justicia Divina, por los guías y protectores del Espíritu que ha de tomar materia, por los de sus padres y por otros seres afines que les acompañan al igual que se hace con un ser querido o amigo o amiga que emprende un viaje, para desearle una feliz llegada y exitoso regreso.
La solemnidad del acto está representada por el registro cósmico del engendramiento del nuevo ser y las respectivas pruebas, compensaciones y objetivos de aprendizaje que habrá de cumplir durante el ciclo de vida por iniciar, con carácter de obligación asumida y que constituyen un gravamen existencial, para ese ciclo de vida, que habrá de liberar, en forma total o en parte, al final del plazo concedido a tales efectos.
Es un acto importante en la vida del Espíritu y para todos los seres involucrados, al igual que cuando se emprende la compra de una casa con un crédito hipotecario, que va acompañado de la emoción de la nueva adquisición y por la aprehensión del compromiso que adquiere, el cual deberá cumplir empleándose a fondo y no descansará tranquilo hasta haber satisfecho, felizmente, la obligación asumida.
Es la emoción frente al reto y la confianza de que lo superará con éxito. Se puede experimentar, también, la incertidumbre del resultado final de la acción que emprende en los casos de Espíritus que precisan de alcanzar mayor nivel evolutivo.
Sin duda alguna, ocurre igual que en la vida, cuando se deben afrontar situaciones pocos fáciles, antes de afrontarlas se ven menos fáciles de lo que realmente son, hasta que se les afronta cara a cara, instante en que emergen del interior las fuerzas suficientes para resolverlas y/o superarlas exitosamente.

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