COMENTARIO
EXEGÉTICO N° 11
Por Giuseppe Isgró C.
11. Será otorgado al ser humano comprender el
misterio de
la
Divinidad?
-“Cuando su
espíritu, liberado de la opaca luz de la materia, por su perfección se
haya acercado a Dios, lo comprenderá,
cuanto la criatura puede comprender el Creador”-.
Las facultades del
ser humano, en sus grados inferiores de desarrollo, no le permiten de
comprender la naturaleza íntima de Dios. En la infancia de la humanidad, el ser
humano lo confunde, con frecuencia, con la criatura, de quien le atribuye las
imperfecciones; empero, en cuanto se desarrolla en él el sentido moral, su
pensamiento penetra mejor en el fondo de las cosas, formándose una idea mas
justa y conforme a la razón, aunque siempre perfectible.
COMENTARIO EXEGÉTICO
GIC:
La
Doctrina Universal denota que, a través de los tiempos han existidos seres que
han tenido una percepción en grado muy elevado de la Divinidad, que se
corresponde ampliamente con la realidad susceptible de ser captada en los
actuales estados de conciencia.
Nosotros
ignoramos el grado de percepción que cada uno de los seres de los otros tres
reinos naturales posee de Dios.
El
ser humano, muy engreído de sí mismo, estima que los seres de cada uno de esos
reinos, carecen de espíritus, y capacidad de pensar, empero, la realidad es que
ellos sí poseen el mismo Espíritu del Ser Universal, dotado con análogos
atributos divinos, potencialmente infinitos, con una conciencia que constituye
una réplica idéntica a la de Él.
Dado
lo anterior, estando los seres de cada uno de esos reinos naturales libres del
condicionamiento limitante de los seres humanos, su capacidad perceptiva
trasciende la de los humanos, como lo demuestran incontables pruebas,
percibiendo y, probablemente, comprendiendo la naturaleza de la Divinidad en
mayor grado que los seres humanos.
La
percepción de que todo es UNO, y de que cada uno de los seres, en los cuatro
reinos naturales, es una emanación del Ser Universal, formando una unidad
indisoluble con Él, es universal, y ha sido percibida en todas las épocas y
culturas, desde la más remota antigüedad.
Las
diversas doctrinas orientales, el Hinduismo, el Taoísmo, el Sufismo, el Yoga, y
el Kriya Yoga, la Masonería Universal y
el Espiritismo, entre otras corrientes de pensamientos, constituyen un
ejemplo claro de esta evidencia.
Los pensadores más relevantes como Hermes Trismegisto, Tales de Mileto,
Pitágoras, Moisés Maimónides, Al Gazzali, Ibn Arabi, Rumi, Kabir, Ramakrisna,
Gandhi, Tagore, Paúl Brunton y Joaquín Trincado, entre otros incontables más,
han tenido percepciones sobre la Divinidad de gran interés, con una constante
coincidencia.
Esa
es la razón por la cual se hace preciso conocer todas las corrientes de
pensamiento que conforman la Doctrina Universal: todas constituyen una herencia
espiritual de la humanidad, por encima de las cuales debe predominar,
únicamente, la verdad universal.
Empero,
por encima de todo, es preciso percibir por sí la realidad de todo lo
existente, y de manera especial de la Divinidad. Ello se logra centrando la
atención en la Divinidad.
Adquiriendo
conciencia de la unidad cósmica, perfecta e indisoluble, que se conforma con
Ella. Por el principio de que, donde se centra la atención se expande la
conciencia perceptiva, y el poder creador, o de acción que le es inherente, se
le comenzará a percibir, a la DIVINIDAD, gradualmente, en la medida en que se
medita en mayor grado, tanto en Ella como en sus atributos divinos, o valores
universales.
Aprender
a ver por sí, por medio de la meditación, y de la conexión divina, es la clave.
Pero, ello precisa preparación, estudio constante, y adquirir la capacidad de
ver más allá de las apariencias.
La vida es un libro abierto, y quien sea capaz
de prestar la atención suficiente a las cosas antepuestas a su atención será
capaz de percibir la Presencia de la Divinidad en todo, y en el Todo,
incluyendo en sí, el propio ser.
Es
preciso aprender a oír, en el silencio interior, mediante la abstracción del
propio ego, la voz del Ser Universal, que se expresa en la propia conciencia
mediante el lenguaje de los sentimientos de los valores universales, cuya
expresión sintética es el amor, que engloba a los sentimientos de todos los
valores universales. Esa es la razón de que el amor simbolice en grado supremo
a la Ley Cósmica, como ley matriz del universo.
Mientras
más se centre la atención en la Divinidad, en mayor grado se le percibirá en
todos los instantes, en los actos de la vida, como guía pedagógica.
La
Divinidad es la voluntad rectora del Universo, la fuerza que lo mueve todo, y
orienta, que conduce lo existente a su meta suprema: La conciencia cósmica y la
expansión de la Creación Universal.
Es el eterno retorno del ser individual al Ser
Universal. Un trabajo para el eterno presente, en el cual la Divinidad, cada
vez, se expresará en un nivel más elevado de conciencia, de acuerdo al Estado y
a las estaciones, por las que ha pasado cada ser, en los cuatro reinos
naturales: Humano, animal, vegetal y mineral.
En
todos los seres de los cuatro reinos naturales late la misma esencia: La Divinidad,
sin separarse de sí misma, y sin dejar de ser Ella misma.
Es
preciso aprender a ver más allá de las apariencias, y de las diferencias. La
realidad es una, a través de la inmensidad de los Estados de conciencias,
expresada en infinitos grados, o estaciones evolutivas, según el bagaje
existencial de cada quien.
Aquí
se denota la importancia de centrar la atención en lo único que realmente
importa: La Divinidad. Dado lo cual, todo lo demás vendrá por añadidura,
automáticamente, sin esfuerzo, sin necesidad de pedirlo, dejando que la
voluntad de la Divinidad se exprese por sí misma, en cada pensamiento,
sentimiento, deseo, anhelo, palabra, acto u omisión de actos.
El
ejercicio del libre albedrío debe efectuarse para que la única voluntad que se
exprese sea la de la Divinidad, en la propia conciencia, ya que no existe más
que la Divinidad, expresada en la propia
conciencia, réplica exacta de la de Ella.
Es
necesario que la Divinidad tome el control de la propia vida mediante el
cumplimiento de la Ley Cósmica impresa en la propia conciencia. Cumpliendo con
la Ley Cósmica impresa en nuestra propia conciencia, habremos cumplido, en cada
instante, con la Voluntad de la Divinidad. Es la misma Divinidad la que deja
oír su propia voz dentro de la conciencia, mediante el lenguaje de los
sentimientos de los valores universales, a cada momento, cuando se percibe la
verdad, lo justo, la belleza, lo equitativo, el equilibrio, la fortaleza, y el
sentido de la vida, en todos los actos existenciales.
En
el reconocimiento de la voluntad divina expresada en la propia conciencia, se
habrá percibido, a cada instante, a la misma Divinidad, cada vez en un mayor
grado de comprensión.
Entonces
surge, en la propia conciencia, la comprensión y la confirmación de aquella
percepción de que nada se le asemeja a lo que la Divinidad quiere.
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