COMENTARIO EXEGÉTICO N° 908.
©Giuseppe Isgró C.
908. Cómo determinar los límites donde
las pasiones cesan de ser buenas, o malas?
-“Las pasiones son como los caballos:
útiles, si domados; peligrosos, si indómitos. Sabed, por lo tanto, que una
pasión se convierte en nociva cuando ya no podéis dominarla, y de alguna
manera, os resulta perjudicial a vosotros o a los demás”-.
Comentario de Allan Kardec: Las
pasiones son leves, que multiplican las fuerzas del ser humano, y lo ayudan a
cumplir los designios de la
Providencia ; pero, si en cambio de guiarle, la persona se
deja arrastrar, cae en los excesos, y la misma fuerza que en sus manos podía
producir el bien, se le transforma en adversa, afectándole.
Todas
las pasiones tienen su principio en un sentimiento o en una necesidad natural;
en ninguno de los dos casos, es algo malo en sí, por cuanto forma parte de una
condición providencial de la propia existencia. La pasión propiamente dicha es
la exageración de una necesidad o de un sentimiento, y consiste no en la causa,
sino en el exceso, que se transforma en un mal, cuando es causa de otros males.
Cada
pasión que conduce al ser humano hacia la naturaleza animal, le aleja de la
espiritual.
Cada
sentimiento que lo eleva por encima de la naturaleza animal, anuncia el
predominio del Espíritu sobre la materia, y le acerca a la perfección. (Allan Kardec).
COMENTARIO
EXEGÉTICO GIC:
El ser humano está dotado, tal como muy bien lo expresa el
maestro, por dos elementos claves, que son: los sentimientos y las necesidades.
Ambos expresan el conocimiento y la fuerza, en ambas polaridades.
El
conocimiento es expresado por el lenguaje de los sentimientos análogos a los
valores universales, dentro de la conciencia, como guía de los pensamientos, de
las palabras y de los actos. Los valores, por ejemplos, son: el amor, la
afinidad, la justicia, la igualdad, la compensación, la reciprocidad, la
fortaleza, la templanza, la belleza, la tolerancia, la solidaridad, la
paciencia, la confianza, entre otros. Son de doble polaridad, y se expresan como
valores en sí o antivalores, es decir: sentimientos de justicia o de
injusticia, de belleza o de fealdad, de fortaleza o de debilidad, de confianza
o de desconfianza, etcétera. Al mismo tiempo, manifiestan conocimiento y
fuerza; la fuerza es el fervor o grado de pasión, que tiene unos parámetros
positivos y otros negativos, en base a los cuales se derivan sus efectos
equivalentes: buenos o lo contrario. Los valores universales constituyen en el
ser humano, los atributos divinos, que no son otra cosa que los sentidos
cósmicos o espirituales, que le sirven para percibir la realidad integral y guiar
su conducta en todos los ámbitos existenciales regidos por la ley cósmica.
Las
necesidades, a su vez, constituyen el mecanismo que manifiestan, en la vida de
la persona, el grado equivalente de poder creador a la necesidad experimentada,
para ayudarle a satisfacerla.
Es decir, el ser humano se encuentra dotado de un
poder potencialmente infinito, el cual, únicamente, puede expresar por medio de
las necesidades que va experimentando en la vida, en la escala jerárquica
estructurada por Abraham Maslow, es decir: necesidades básicas, de seguridad,
sociales o afectivas, de estimación, propia o ajena, y de autorrealización,
además de ellas, la necesidad de conexión con la Divinidad.
1) Por su
capacidad de razonamiento, utilizando la lógica inductiva y deductiva;
2) La
percepción intuitiva y la inspiración;
3) La guía de los valores universales,
mediante los sentimientos equivales expresados en la conciencia humana, réplica
exacta de la del Creador; y,
4) Los deseos en todas sus vertientes, que
trascienden la satisfacción básica de las necesidades. La razón, la intuición,
la inspiración, los valores, y sus sentimientos inherentes, las necesidades y los deseos, cada quien a su
manera, rigen sobre la voluntad, ésta sobre los pensamientos, las palabras y
los actos, y los actos sobre los resultados.
La
pasión, el fervor y el entusiasmo, constituyen fuerzas expresadas dentro del
ser, en la conciencia; sus etapas de desarrollo pasan por los niveles de: la
curiosidad, el interés, el conocimiento, la convicción, el entusiasmo y la
determinación. Canalizan las propias fuerzas, más las que expresa el Creador,
por el lenguaje de los sentimientos en la conciencia, y la fuerza de empuje y
la de bloqueo; pero, además, expresan la inspiración de conocimientos y de
fuerzas desde la dimensión espiritual, de los Espíritus.
Estos inspiran, por el
pensamiento dentro del pensamiento, ideas con las cuales la persona siente
afinidad, generándole un impulso en ambas vertientes, positiva-negativa, según
la índole del Espíritu inspirador, más la energía inherente a tales
realizaciones.
En ambos casos, cada persona posee el libre albedrío y puede
decidir seguir o no la inspiración, y si se mantiene firme, prevalece la
voluntad de la persona en particular, si logra superar la tentación y escucha
la voz de su conciencia, quien siempre le indicará qué hacer o que dejar de
hacer, cuando y porqué. Los antiguos denominaban al entusiasmo: -“Dios dentro
de sí”.
En la acepción de los antiguos, Dios significaba Espíritu. En
conclusión: siempre que una persona decida seguir o dejar de hacerlo, cualquier
inspiración, los entes inspiradores, respetarán dicha decisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario